Desde Argentina al Mundo: Diez Años del Movimiento Ni Una Menos

Mujeres en Buenos Aires marchan contra la violencia de género.

Hace diez años, el 3 de junio de 2015, miles de mujeres salieron a las calles de Argentina coreando «Ni Una Menos». El detonante fue el brutal feminicidio de una joven, pero el fuego se extendió rápidamente más allá de sus fronteras. Se convirtió en un grito de lucha no solo contra la violencia de género, sino contra el propio sistema que la permite, la facilita y la justifica.

Una década después, este movimiento sigue resonando. Desde América Latina hasta Europa y Estados Unidos, millones de personas han hecho suya su demanda: poner fin a la violencia que marca la vida de las mujeres, las personas queer y trans bajo el patriarcado. Pero el lema también plantea preguntas más profundas: ¿Qué produce esta violencia? ¿Por qué persiste? ¿Qué se necesita para acabar con ella?

La violencia de género no es solo una cuestión cultural o una cuestión de comportamiento personal, está integrada en la estructura misma de la sociedad. El patriarcado sirve al capital a través del trabajo no retribuido y mal remunerado, a través del control de los cuerpos, a través de la feminización de la pobreza. En América Latina, esto puede significar feminicidios, mientras que en Estados Unidos, la revocación de Roe contra Wade o la violencia estatal que se dirige contra las personas oprimidas por su género.

Desde Buenos Aires hasta Atlanta, la represión y la desigualdad son generadas y protegidas por el mismo orden social. Cuando la extrema derecha ataca los derechos reproductivos o la existencia LGBTQ+, lo hace para mantener un sistema violento y desigual.

Ni Una Menos canalizó la indignación colectiva en un movimiento de base que dio lugar a marchas, huelgas y asambleas. Contribuyó a politizar a toda una generación. Los movimientos feministas mejoraron los derechos al aborto, lucharon contra la injusticia económica y situaron la violencia de género en el centro del debate público, no a través de las instituciones y batallas legales, sino a través de la lucha.

Aun así, el sistema respondió tratando de neutralizar ese poder. Los gobiernos y las ONG adoptaron un lenguaje feminista mientras mantenían las mismas condiciones de explotación y control. Las reformas menores sin una verdadera transformación se convirtieron en la norma, y las raíces de la violencia permanecieron intactas.

La verdadera liberación exige más. Necesita un feminismo arraigado en la lucha de clases, que vea la opresión de género no como una cuestión aislada, sino como un pilar del propio capitalismo. Esto significa conectar la lucha feminista con movimientos más amplios liderados por trabajadores, migrantes y comunidades de la clase trabajadora en todo el mundo. Ni Una Menos comenzó en Argentina, pero su mensaje es internacional. Nuestra opresión es global. También debe serlo nuestra resistencia.

Diez años después, recordamos a Ni Una Menos y nos organizamos para continuar su lucha. Ni una menos, ni una más sacrificada a este sistema. Un mundo mejor no solo es necesario, sino también posible.

Articulos de Prensa Obrera:

https://www.prensaobrera.com/mujer/10-anos-del-primer-ni-una-menos-esa-gran-rebelion-popular-por-las-mujeres

https://prensaobrera.com/mujer/a-diez-anos-del-primer-ni-una-menos-el-movimiento-de-mujeres-y-diversidades-copo-las-calles

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