Más allá del arco iris: Las raíces radicales del orgullo

"NO HAY ORGULLO EN EL GENOCIDIO"

La historia de los derechos LGBTQ+ es tan diversa como la propia comunidad. Al igual que otros grupos marginados, nuestro camino hacia la liberación ha estado marcado por la lucha. Ahora que nos enfrentamos a un aumento de las leyes contra el colectivo LGBTQ+, a grupos de oposición y a un incremento de la violencia, es crucial recordar nuestros orígenes y cómo hemos logrado los avances que hemos conseguido. Dejemos que esta historia nos recuerde que sólo cuando actuamos y nos negamos a aceptar las normas sociales opresivas podemos empezar a ver un futuro liberado.

El movimiento por los derechos de los homosexuales no empezó en el Stonewall Inn en 1969, aunque fue un punto de giro tras décadas de opresión. Aquella noche, jóvenes homosexuales, muchos de ellos de color, estaban hartos del acoso incesante de la policía en este bar gay, que era uno de los pocos lugares donde podían ser ellos mismos abiertamente. Durante una redada policial, los clientes se negaron a dispersarse y se resistieron a ser detenidos, encendiendo una rebelión de tres días. La revuelta atrajo a cada vez más gente, reavivó la organización de los derechos de los homosexuales y dio lugar al primer Desfile del Orgullo un año después.

Más de una década antes, en 1950, la Sociedad Mattachine fue fundada por comunistas y activistas sindicales como Harry Hays para oponerse al trato desigual de los homosexuales en la sociedad. Cinco años más tarde, se formaron las Hijas de Bilitis, que se convirtieron en la primera organización de lesbianas de EE.UU. Publicaron la revista The Ladder, que daba voz y comunidad a las lesbianas de todo el país. Una portada de 1966 presentaba a Ernestine Eckstein, la primera mujer negra de la publicación y una de las primeras participantes en los piquetes por los derechos de los homosexuales, que afirmó: ” Todo movimiento necesita un cierto número de personas valientes, no hay forma de evitarlo”.

En 1966 se vio a gente de este tipo, con mujeres trans y drag queens en la Compton’s Cafeteria, en el barrio Tenderloin de San Francisco, luchando una noche contra el acoso policial. Se trata de la primera resistencia colectiva conocida de personas queer en la historia de EE.UU. Actos de valentía como éste sentaron las bases del futuro movimiento por los derechos LGBTQ+.

En 1979, 75.000 personas participaron en la Marcha Nacional sobre Washington por los Derechos de Lesbianas y Gays. A lo largo de la década de 1980, ACT UP organizó manifestaciones masivas para enfatizar la epidemia de SIDA, considerada en un principio como una “enfermedad gay”, lo que llevó a notables avances en tratamientos que salvan vidas.

Hoy en día, los desfiles del Orgullo llenan las calles de las principales ciudades, apoyados por gigantes empresariales como Target, Bud Light y Starbucks. Las empresas venden sus productos con los colores del arco iris, afirmando que apoyan a las personas LGBTQ+, pero en realidad sólo quieren ganar dinero a costa de los clientes queer. Lo que falta en el Orgullo es nuestra historia, y el hecho de que las protecciones y los derechos que tenemos ahora sólo fueron posibles gracias al activismo y a las feroces batallas libradas por la comunidad queer y sus simpatizantes.

Pero esa lucha no ha terminado. Hasta ahora, se han propuesto en EE.UU. más de 500 proyectos de ley contra la comunidad LGBTQ+, liderados por los llamados grupos de “derechos de los padres” y políticos conservadores. Estas prohibiciones varían desde la prohibición de espectáculos de drags hasta la restricción de cuidados de reafirmación de género que salvan vidas, y hasta la prohibición de que las personas transgénero utilicen los baños. Se están prohibiendo los libros con personajes LGBTQ+, hay proyectos de ley que intentan excluir a las personas no binarias y trans de la protección de la ley, y hay regulaciones que obligan a “salir del clóset” a los alumnos en la escuela.

Este año, el Orgullo ha sido diferente. Más allá de las festividades vestidas de arco iris y de los patrocinios corporativos, una corriente más profunda de activismo ha surgido a través de las celebraciones. Este activismo nos recuerda las raíces del propio Orgullo: un desafío radical contra la opresión y una exigencia del derecho a existir libremente.

En Boston, los manifestantes bloquearon el recorrido del desfile para exigir a los organizadores del Orgullo que dejaran de aceptar dinero vinculado a Israel. En Washington D.C., palestinos homosexuales y aliados bloquearon el Capital Pride (Orgullo Capital) y exigieron que se pidiera un alto el fuego en Gaza. Los manifestantes del Orgullo de Filadelfia gritaron “¡Palestina libre!” en el recorrido de su desfile. Y muchos otros desfiles del Orgullo mostraron el lema: “No hay orgullo en el genocidio”.

Esta solidaridad subraya una verdad crucial: la lucha por los derechos LGBTQ+ no puede disociarse de las luchas contra las injusticias del sistema capitalista a escala mundial. Mientras que nuestros derechos retroceden aquí en EE.UU., la necesidad de solidaridad con todos los pueblos oprimidos se hace cada vez más urgente. El orgullo, en su esencia más auténtica, exige no sólo visibilidad y aceptación, sino también un compromiso firme de apoyo a todos los pueblos oprimidos, incluido el pueblo palestino.

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