A fecha de 4 de noviembre de 2024, la gente todavía está votando y es posible que pasen semanas hasta que sepamos quién ha ganado oficialmente las elecciones presidenciales. Con tanta incertidumbre, es importante mirar más allá de quién gana o pierde. Los meses previos a estas elecciones han estado llenos de promesas por parte de los candidatos. Pero, ¿cuántas de esas promesas son reales?
Los demócratas nos han prometido un mayor acceso al aborto, una mejor asistencia a la salud, la protección de los derechos de los votantes y una mayor protección para los grupos de personas tradicionalmente marginados. Estas promesas no se hacen porque se preocupen de verdad por mejorar nuestras vidas, sino para conseguir nuestros votos. Y al igual que en las elecciones de años anteriores, muchas de estas promesas se desvanecerán en cuantoel presidente esté en el cargo.
En el otro bando, candidatos como Trump y Vance han utilizado tácticas de miedo, afirmando que nos protegerán de amenazas imaginarias provocadaspor inmigrantes y supuestos delincuentes. Se apoyan en el racismo, el sexismo y la retórica antitrans para provocar el miedo, echando la culpa de los problemas de nuestra sociedad a las personas más perjudicadas por las desigualdades de esta sociedad. Este tipo de política no es nueva; es una estrategia diseñada para dividirnos y distraernos de los problemas reales que afectan a nuestras vidas.
Ambos candidatos prometen un plan económico sólido. Pero lo que quieren decir es beneficios para las empresas y los ricos mientras el resto de nosotros somos explotados por nuestro trabajo.
¿Por qué seguimos cayendo en las promesas electorales, como si de alguna manera nos sorprendiéramos cuando desaparecen en el momento en que se cuentan los votos? Siempre es el mismo truco.
La verdad es que el presidente no es más que un gestor de un sistema que sirve a los intereses de la élite rica: los bancos, las grandes corporaciones y la clase dominante. Echa un vistazo a gente como Elon Musk, que apoya abiertamente las políticas que benefician a su negocio y su riqueza. Los multimillonarios invierten millones en estas campañas porque saben que, gane quien gane, sus intereses estarán asegurados. Los que se han mantenido neutrales durante estas elecciones -como Jeff Bezos, que se negó a que The Washington Post apoyara a un candidato- saben que su riqueza no se verá afectada en ningún caso. Incluso cuando los políticos cumplen una promesa electoral, se debe a un plan calculado para sus intereses, no para los nuestros. Estos políticos no son nuestros representantes, y no podemos confiar en ellos para lograr el cambio que necesitamos.
Afortunadamente, no necesitamos confiar en la clase política. La clase trabajadora tiene otra forma de poder. El tipo de cambio necesariono está en sus manos, sino en las nuestras. Debemos decidir lo que necesitamos y merecemos y actuar para conseguirlo. Empieza hablando con los que te rodean -compañeros de trabajo, amigos, vecinos- sobre lo que importa. La organización suele empezar con unas pocas personas dedicadas. Cuando otros se unen, podemos construir luchas que generen un cambio real.
A lo largo de la historia, los derechos se han conseguido gracias a poderosos movimientos sociales. Fijémonos en el Movimiento por los Derechos Civiles, el Movimiento de Mujeres o el Movimiento de Liberación Gay. Las victorias conseguidas para estas poblaciones no fueron fruto por los políticos, sino por personas corrientes que se unieron para exigir justicia e igualdad; por personas que se negaron a dejar su futuro en manos de otros. Así es como se produce el cambio: mediante la movilización en nuestros lugares de trabajo, comunidades, escuelas y en las calles.
Somos nosotros quienes podemos organizar y construir estos movimientos, quienes podemos levantarnos, luchar y hacer huelga por lo que merecemos. Más allá de eso, debemos llevar estos movimientos más lejos de lo que han ido antes para garantizar un futuro en el que merezca la pena vivir. Ya dirigimos todas las partes importantes de esta sociedad, desde los hospitales hasta las fábricas, desde los sistemas de transporte hasta las escuelas. Como decían los del Movimiento por los Derechos Civiles: «¡Nosotros somos a quienes estábamos esperando!». Sus elecciones han terminado, nuestro trabajo empieza ahora.