Francia: la clase obrera puede decidir su futuro

Durante meses, desde mediados de enero, ha habido huelgas y movilizaciones continuas en Francia. Ha habido múltiples jornadas de huelga y manifestaciones, convocadas por los sindicatos tanto en el sector público como en el privado. Millones de personas en toda Francia, en grandes ciudades, pequeños pueblos y aldeas, han participado en estas acciones.

Los trabajadores han bloqueado puertos, refinerías, empresas de energía, vías férreas y carreteras. Los estudiantes han ocupado escuelas secundarias, universidades y oficinas gubernamentales. Los trabajadores del saneamiento han estado en huelga y miles de toneladas de basura llenan las banquetas de París. La gente está enojada y haciendo oír su voz, en el trabajo y en las calles.

Esto viene en respuesta a una serie de ataques por parte del gobierno francés y el 1% que representan. Macron, el presidente francés, presentó una ley que cambia el sistema de pensiones, eleva la edad laboral requerida de 62 años a 64 y aumenta la cantidad de años necesarios para trabajar para obtener una pensión completa de 42 a 43.

Si la ley entra en vigor, eliminará a muchos de recibir pensiones completas. Afectará injustamente a las mujeres, que a menudo tienen que dejar de trabajar durante años para cuidar de sus familias. Ampliará la cantidad de años que las personas que tienen trabajos manuales duros tienen que trabajar. Sentenciará a muchos trabajadores a una vida de trabajo interminable hasta que mueran. Significaría que será más difícil para los trabajadores más jóvenes conseguir trabajo y más difícil para ellos jubilarse y obtener una pensión.

La situación que enfrentan los trabajadores franceses es similar a la que enfrentan los trabajadores en los EE. UU. y muchas otras partes del mundo. Después del impacto del Covid, con la pérdida de vidas y la miseria que la gente enfrentó tanto en el trabajo como en el hogar, el gobierno lanzó este asalto. Este ataque también se produce en un momento de alta inflación, la tasa más alta desde 1985: más del 6% en general y mucho más alta para los alimentos. Y mientras esta inflación está recortando el nivel de vida de los trabajadores, los patrones presumen sus ganancias récord.

Y para colmo de males, el 16 de marzo, el presidente Macron utilizó una disposición de la constitución que le permitía imponer una ley sin votación en la legislatura. Después, salió en la televisión y con arrogancia desestimó los deseos de la gran mayoría de la población que se opone a esta ley, echando gasolina al fuego. Ha habido algo de quema de basura y rotura de ventanas y destrucción de otras propiedades por parte de algunos manifestantes. El gobierno ha respondido atacando las protestas y huelgas con una fuerza policial brutal y encerrando a muchos manifestantes. Pero las encuestas muestran que la abrumadora mayoría de los franceses culpa al gobierno por cualquier violencia, no a los manifestantes.

Este movimiento, liderado en un principio por los dirigentes sindicales, con marchas y huelgas, que se extendieron durante semanas y meses, ha alcanzado ahora un nuevo nivel. Los dirigentes sindicales locales, los trabajadores de base, los estudiantes, y los activistas revolucionarios están tomando la iniciativa, organizando acciones, huelgas y haciendo sus propios planes y decisiones. Algunos trabajadores están votando día a día para continuar con sus huelgas. Algunos trabajadores están formando comités que reúnen a trabajadores de diferentes industrias, así como asambleas generales en sus lugares de trabajo, que pueden incluir trabajadores de otros lugares de trabajo, así como estudiantes y maestros.

Si bien se ha hablado de una huelga general en todos los lugares de trabajo, aún no se ha propuesto ni organizado de manera concreta. Pero es el siguiente paso necesario para construir y fortalecer el movimiento.

No podemos predecir el futuro, pero podemos tener esperanza. La clase obrera, aliada con la juventud, los ancianos, y todos los que hoy sufren en esta brutal sociedad impulsada por ganancias, tienen el poder potencial de imponer su voluntad a la sociedad francesa. Los trabajadores producen los bienes y gestionan el transporte y otros servicios y también pueden paralizar la sociedad.

Lo que el 1 porciento de los más ricos y sus políticos han tratado de imponer en el parlamento se puede deshacer en las calles. La lucha de hoy puede cambiar el rumbo de los ataques a las victorias. Puede abrir nuevas posibilidades para que la clase trabajadora gane lo que quiere y necesita, incluso obligar a Macron a descartar este horrible plan de pensiones.

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