Los habitantes de Cusco, Perú, donde se encuentra la histórica ciudad Inca de Machu Picchu, se han levantado contra los planes del gobierno de privatizar la administración del sitio. El gobierno no electo de Dina Boluarte, que llegó al poder el año pasado tras destituir al ex presidente Pedro Castillo, ha decidido ceder el control de la venta de entradas a Machu Picchu a la empresa Joinnus, filial de Citibank. Las manos del capital internacional se meten cada vez más en Perú con la ayuda del gobierno de Boularte. Pero el pueblo de Machu Picchu dice “¡No!”.
La privatización no es la única queja del pueblo. El año pasado, una masiva movilización popular se enfrentó al gobierno de Boularte tras la toma del poder de Castillo. Fue mucho más que una defensa de Castillo, cuyo gobierno no había hecho nada por ayudar a la mayoría pobre y trabajadora de Perú. El pueblo se movilizó por centenares de miles contra el sistema corrupto dirigido desde Lima por peruanos blancos y ricos, que desprecian a la mayoría indígena. Más de 70 personas murieron a manos de policías y militares en esa movilización.
Esta movilización popular contra la privatización tiene el apoyo del gobierno local, los sindicatos, los agricultores y las asociaciones indígenas, pero el movimiento procede de las bases. El movimiento se organiza mediante una asamblea popular masiva en la que la gente reúne sus fuerzas y planea formas de cerrar y bloquear el sitio turístico. Hasta ahora ha funcionado. Machu Picchu sigue cerrado, lo que hace perder millones de dólares al gobierno y a sus mandantes corporativos.
El capitalismo internacional no ve límites a su ansia de riqueza. Los gobiernos mundiales son instumentos para ampliar y diversificar los medios de explotación de la gente y del planeta. Pero como ha demostrado el pueblo de Machu Picchu, podemos resistir luchando por lo que necesitamos y organizando nuestras propias fuerzas. El único poder real está en nuestras manos, y si lo usamos, juntos podemos cerrar la fuente de su lucro.